Llego el primero de diciembre de 2017 y ya todo estaba listo. En la mañana, bien temprano llegamos al predio en el cual sembraríamos vida aquel día.
Hace ya algún tiempo todo estaba organizado. Un dragoneante del INPEC de apellido Campos había gestionado la asignación de un espacio para reserva forestal y la aceptación de sus superiores fue exitosa. El lugar en mención, hace parte de una bella granja que sirve como sitio de reclusión a no más de una docena de internos con excelente conducta. La organización del predio es cuestión de ellos, allí tienen una pequeña plantación de lechugas, cebolla, cilantro, tomate, pepino, yuca, plátano, naranjos, mandarinas, balues, guayabas y otros árboles frutales; el espacio también se usa para ganadería, además se compone de gallineros y cocheras que completan una dinámica de autoconsumo y comercialización para el personal involucrado. Está dividido en lotes, bien cercado y al fondo donde todo es más silencioso reposa un lindo lago; sitio de baño favorito para “Muñeca” una perrita criolla que vive en la granja y que se ha ganado el cariño y respeto de cada persona del lugar. Escasos 3 eucaliptos intentan ofrecer algo de sombra y mantienen la estabilidad de una pequeña porción del terreno. Allí era el lugar perfecto para recuperar el bosque.
La semana anterior se inventariaron los árboles nativos a plantar en combinaciones que permitieran la recuperación del hábitat de la fauna propia del territorio. Todos los participantes de la jornada empezaron a llegar después de las 10 am: los Gusta Gùchipas, los amigos de Rotaract, personal administrativo del INPEC, guardias con sus familias y algunos colaboradores voluntarios. Entonces nos reunimos junto con los internos para organizar la tierra, los árboles, la herramienta y el almuercito; un sancocho que empezamos a compartir como a las 12:30 pm. Después de almorzar y reposar un ratico nos dirigimos al lote a reforestar donde Miguel nos guio por una reflexión didáctica sobre la comunicación e importancia de los árboles en el ecosistema acompañada de la relajante guitarra de Sebastián. Luego hablamos de inclusión social y de la importancia de vivir en armonía para recuperar la felicidad de las comunidades.
Ya concentrados en los árboles, recibimos una ilustración práctica de la forma correcta de plantar un árbol y también las recomendaciones de donde poner cada especie para aprovechar al máximo la conexión de ellos bajo la tierra. Fuimos casi 30 personas en la jornada y al caer el sol hicimos cuentas de 260 árboles sembrados para la vida en aquel lugar.
Agradecemos con la más linda energía a todos los que participaron de la jornada y a quienes hicieron posible esta actividad de recuperación ambiental con un tinte importante de inclusión social camino a la construcción de paz.
Abrimos nuestros brazos a todos los que quieran vincularse a esta iniciativa que pretende inicialmente sembrar 10.000 árboles para la vida conectando consciente y fraternamente a toda la población de la provincia del Sumapaz.